En el centro del patio al cual daba la habitación de Elmina Paz-Gallo había un aljibe. Hoy se conserva su brocal y la Fundación que lleva el nombre de esta mujer tucumana lo ha adoptado como símbolo que la representa.
Las razones para esta elección son muchas. En primer lugar, la contemplación de aquel viejo pozo de agua evoca el gesto de aquel grupo de mujeres que decidieron unir sus destinos para hacer posible la vida de numerosos niños que se habían quedado solos.
A partir de este punto, es posible ampliar su significado a todos los tiempos y territorios humanos, pues los manantes y los pozos son germen de convivencia, de amistad, de proyectos, de negocios y de alianzas entre los seres humanos más diversos. En este sentido, el simbolismo del pozo evoca la intención de la Fundación Elmina Paz-Gallo de contribuir a la gestación y al crecimiento de procesos de vida que conciernen a la sociedad en general.
Particularmente el aljibe de la casa de Elmina evoca la espiritualidad que la animó a lo largo de toda su vida. Ella hunde sus raíces en la tradición del pueblo de Israel, en la revelación cristiana y en la espiritualidad dominicana, desde los momentos fundacionales del Asilo de huérfanos y de la Congregación de las Hermanas Dominicas y a lo largo de todas las etapas que jalonan el camino de la historia personal y colectiva de quienes heredaron su carisma y su misión.
Junto a los pozos de agua fue haciéndose realidad la promesa de la descendencia y de la tierra. A su vera, conocieron los patriarcas a quienes serían sus esposas y las madres del pueblo de la promesa. El camino del Éxodo está marcado por la presencia de fuentes de agua, que serán testigos de las rebeldías del pueblo y de la fidelidad de Yahvé que no deja nunca de proporcionarle este elemento vital, ni de invitarlo a permanecer fiel a la alianza. Sobre todo, son símbolo de la actuación salvífica de Dios y de los medios que ha utilizado para darse a conocer.
Con el avance de la historia salvífica los manantiales fueron llenándose de nuevos y cada vez más profundos sentidos: el templo, la sinagoga, la ley y Jerusalén, hasta adquirir su sentido pleno en Jesús, el Cristo, convertido por la fuerza de la resurrección en dador del Espíritu. La revelación cristiana le asigna un carácter personal, y su acción expresa la multifacética y creadora sabiduría de Dios que conduce la historia.
Elmina fue educada desde lo más profundo de su ser por el Espíritu de Dios, experimentado por ella y sus compañeras al estilo de Domingo de Guzmán, el predicador de la gracia, fuente él mismo de la sabiduría que impulsa a las mujeres y a los hombres al buen vivir que sólo el amor hace posible. De este modo su gesto hospitalario puede ser considerado una fuente de agua que se extiende a través de los años, convocando a las personas a vivir en respeto, justicia y libertad creadora.
Por todas estas razones, y quizás por muchas más, el aljibe del patio de Elmina Paz-Gallo ha sido adoptado como símbolo de la Fundación que lleva su nombre.